domingo, 20 de junio de 2010

EL VUELO DEL HALCON

Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cacería para que los entrenara. Después de unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía que le sucedía, no se había movido de la rama en la que lo depositó el día que llegó.

El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave.

Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente, el monarca pudo observar desde la ventana de sus aposentos que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente vio, sorprendido, al halcón volando ágilmente por los jardines.

El rey le dijo a su chambelán que trajera a su presencia al autor de ese milagro. Al poco, apareció ante él un campesino. El rey le preguntó:

-¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?

Intimidado, el campesino le contestó:
-Fue fácil, mi Señor, solo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se puso a volar.

¿Sabes que tienes alas?
¿Sabes que puedes volar?
¿A qué te estás agarrando?
¿De qué no te puedes soltar?
¿Qué estás esperando para volar?

No puedes descubrir nuevos mares... a menos que tengas el coraje para volar.

Vivimos dentro de una zona de comodidad, donde nos movemos y creemos que eso es lo único que existe. Dentro de esa zona, está todo lo que sabemos, y todo lo que creemos. Viven nuestros valores, nuestro miedos y nuestra limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia.
Todo lo conocido, cotidiano y fácil. Es nuestra zona de confort y por lo general, creemos que es nuestro único lugar y nuestro posible único modo de vivir. Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades... pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos, no siempre estamos dispuestos a transitar caminos difíciles.

Nos conformamos con lo que tenemos, creemos que es lo único y posible, y aprendemos a vivir desde la resignación.

Los logros los empezamos a adquirir cuando aprendemos a ampliar nuestra zona de comodidad, cuando estamos dispuestos a correr riesgos, cuando aprendemos a caminar en la cuerda floja y a levantar la vara que mide nuestro potencial.

Para ello hay que tener suficiente seguridad en sí mismos como para permanecer solos; coraje para tomar decisiones difíciles; audacia, para transitar hacia lo nuevo con pasión y ternura suficiente como para escuchar las necesidades de los demás. Eso es calidad de acción e integridad de intentos.

Fíjate en las águilas, no vuelan en bandadas... las encuentras cada tanto y volando solas.
Nadie vendrá a rescatarte, nadie cortará tu rama. Tú eres el mago. Tu futuro está en tu manos. Sólo necesitas comenzar...

Comenzar por tener un sueño, y comprometerse con él.
Tener confianza en ti mismo y saber que el éxito no aparece por casualidad.
Tener serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar. Valor para cambiar las cosas que sí se puede. Sabiduría para distinguir la diferencia.
Saber que nada permanece, que lo único permanente es el cambio.
Saber delegar en los demás parte de tu tarea.
Equivocarse, caer y volver a levantarte sin darte por vencido mirando siempre adelante.
Reconocer y disfrutar tus propios logros.
Reconocer tus equivocaciones y saber perdonarte.
Reconocer que detrás de cada acierto, pueden venir fracasos.
Enamorarte de lo que haces y ser consciente que estás eligiendo a cada momento.
Vivir aquí y ahora con toda intensidad, reconociendo tus propias debilidades y fortaleza.
Disfrutar de cada momento.
Actuar siempre con entusiasmo y transitar por caminos desconocidos, intentando hacer algo que nunca hiciste.
Procurarte tu tiempo libre.
Ser positivo.
Vivir con los ojos y el corazón abiertos para ver la oportunidad.
Desarrollar la creatividad, utilizar la imaginación.
Hacer las cosas lo mejor posible, pero aceptando tus limitaciones.
Dar el justo valor a las cosas, sin complicar lo que es sencillo.

¡Vivir es arriesgar!

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